Bordado

Posiblemente, pensar el trabajo artístico de Santo Miguelito solamente desde la técnica sería  reducir sus bordados a carpetas y sus performances a danza Polinesia. En realidad estas dos  formas de expresión son los resultados de acciones que el artista considera desbordantes. Es  decir, bordar no es un proceso técnico-estético solamente, para el artista es una herramienta que le permite poner en crisis acuerdos sociales sobre las masculinidades, y para poner en  crisis el discurso del arte por medio de lo doméstico; o utilizando el cuerpo como método y  orden entre lenguajes artísticos y no artísticos, al menos en el contexto donde trabaja.

Santo Miguelito en su vida cotidiana, en persona, borda paisajes, imágenes propias y  palabrotas, en muchos casos como una técnica adaptable a sus lógicas de vida: esperando en  la consulta médica, en sus trayectos del autobús, borda para aprovechar el tiempo. 

Dentro de la tradición del arte, Miguel borda como un argumento que tiene la intención de  desbordar algunos discursos sobre la bidimensionalidad de la pintura. Su trabajo con hilo,  plantea el uso de técnicas artesanales aprendidas de su familia, utilizadas en entornos  domésticos para tratar de poner en crisis formas institucionales de las disciplinas del arte,  como el de la pintura, la representación, los soportes y los temas.  

Esta acción sucede generalmente en lo que podemos considerar el espacio público, lugar que  el artista percibe vigilado por acuerdos sociales heteronormantes. Bordar se convierte en una  performatividad de Miguel que inquieta y desafía de forma pícara algunas masculinidades  y viejas feminidades (como él lo entiende) del mundo en el que trabaja Santo Miguelito, así  como en el que se mueve Miguel. Este trabajo es un acto performatico.