Estos espacios representan no solo escenarios de tránsito, sino territorios de observación, recolección e interacción volviéndose en laboratorios abiertos donde lo cotidiano se convierte en materia prima para su obra.
A través de ellos, el artista construye una cartografía personal entretejen experiencias, memorias y sensibilidades, haciendo del andar una práctica estética y política. Así, éstos no son solo lugares, sino también paisajes emocionales y narrativos que alimentan su proceso creativo.